Des-concierto: cancelado
Aún no supero la cancelación del concierto de tres artistas colombianos cuyo talento representa lo mejor del país. Sólo mamertuchos como el tal Matador (vil traidor regional) denostan de semejantes divas de la música como Jessi, Reikon y Paola. Hablo de estas personas en femenino no para seguirle el jueguito al calvo izquierdoso, sino para que nadie diga que me atan prejuicios transfóbicos del idioma. No las conozco personalmente, no he escuchado su música o, en su defecto, no supe a quién atribuirle esas rolas cuando las oí por la esquina de mi vecina, la Yaisuri Yamilé. Me es suficiente saber que son colombianos, de ranchera y reguetón, uribistas y que, además, cobraban por verlos online, gesta barbárica y bavárica a la que que no se han atrevido ni los ancianos de Led Zeppelin con su música para mechudos marihuaneros ¡Viva el guaro, el perreo y la bala! ¡Ajúa! Volviendo al punto, me llenó de desconcierto el des-concierto cancelado. El vacío existencial de la pandemia ahora es mu