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Mostrando las entradas de julio, 2020

La vieja esa...

Quiero aclarar a todos los jóvenes que conozco (entiéndase, menores de 30) que no quiero atribuirles falta de luces o "un hervor", como decía mi suegro. Mucho menos, líbreme Dios, afirmar que se parecen a Iván Duque. Sólo quiero compartir lo curioso que me parece una nueva polarización sugerida esta vez, ¡vaya sorpresa!, por el mismo que funge como presidente de la nación y no por la bodega de Petro, que continúan igual su trabajo desde las sombras de Mordor, Cundinamarca.  "La vieja esa" es toda una radiografía (aclaro que me refiero a la frase). Pues sólo hasta este momento descubrimos que la adolescencia prolongada del mandatario va más allá de la guitarra y las cabecitas. Comencemos con la última parte de la triada, la palabra "esa". Por el uso de este demostrativo, se comprende que el emisor toma distancia de la aludida. El joven príncipe habla de la "vieja esa" junto a la "vieja esta", que sería quien le estaba grabando. Sin embar

Los héroes del borondo

El 20 de julio  me parecía bastante irrisorio en general. El inicio de una presunta independencia a partir del bochinche por causa de... ¿un florero? Hasta a María la del barrio le hubiera dado pena ajena. Sin embargo, reconozco hoy, delante de todos los testigos de la patria independiente y también de Colombia, que me faltó rigor para analizar el culebrón. Esta fecha recuerda a 3 tipos de héroes y ninguno es William Wallace montado en caballo y con la espada en alto. Son héroes a quienes difícilmente se les atribuiría tan noble apelativo, pues encarnan, como diría el comisionado Gordon, no los héroes que merecemos, sino a los que necesitamos. Héroe tipo 1: el chivo. Esta fecha se recuerda más por el dueño del florero que por el indignado que armó el escándalo. No hay que hacer grandes esfuerzos para acordarse del "florero de Llorente" como sí hay que hacerlos para recordar el nombre completo del ofendido (¿Antonio... qué?). Y es porque para todo cambio importante se nec

La muerte de la muerte

La muerte ha muerto, al menos como símbolo atemorizante o, en su defecto, respetable. Ante monstruos más inmediatos como la pobreza extrema o el hambre, las personas suelen ceder más allá de lo verosímil. Muestra de ello es el saqueo incendiario de combustible en Magdalena y el atraco masivo de pescado entre Cartagena y Barranquilla. Pero todos los umbrales fueron definitivamente traspasados en Tunja en una escena única de terror psicológico: nuestro propio Silent Hill. Un carro fúnebre fue interceptado por un equipo (o banda, vaya uno a saber) de menores de edad quienes, sabrá el demonio en qué se inspiraron, decidieron tomar el ataúd y ubicar al niño muerto en la cancha, cerca de la portería, para que recibiera un pase y metiera un gol de rebote. Acto seguido, el video muestra cómo todos celebran el "gol del muerto" y no pocas personas en el público aplauden la anotación. La muerte y el fútbol son símbolos patrios más potentes que las cornucopias amarillas o el sombrero

Entre errores y serpientes

La primera vez que aparece la culpa en la historia cristiana de la humanidad es cuando Adán y Eva, apenas cubiertos por el primer overol ecoamigable, están rindiendo testimonio frente al Creador. Y como era de esperarse, la culpa siempre era de otros: "que la mujer que me diste", "que la serpiente que metiste acá", "que los venezolanos", "que la pandemia", en fin. Los seres humanos somos tráfugas desde el inicio de la Biblia. Con el pasar de los siglos, hemos evolucionado en los formatos y, en este cataclísmico 2020, Colombia ostenta un interesante lugar en el podio de la evasión moral. Aquí no hay delincuentes sino "perseguidos políticos", no existen violadores sino "mujeres provocadoras", no se registraron masacres de campesinos sino "falsos positivos". El sólo uso de este último eufemismo presenta una de las estrategias más poderosas para justificar atrocidades: las conciencias criminales se calman un poco más s