Libros y cuchillos: el nuevo símbolo patrio

Tal vez ninguna relación ha sido más tóxica e interesante para la cultura que el eterno amor entre los libros y los cuchillos. Carolina Cruz, después de ver su performance bailando salsa en un comerncial de aguardiente Blanco, decidió dedicarse a los life hacks o "vainas pa' la casa", como decimos en mi tierra. Ella es la responsable de haber reivindicado a esa pareja tan tormentosa como infinita bajo el disfraz de un video hogareño.
El pretexto era exponer tips para la casa ¿Qué podía ser más inofensivo? Y sin embargo, consiguió algo más que avivar las polémicas del cuchillo y los libros como símbolos patrios. Carolina quería más nivel intelectual: fue capaz también de unir ambos estandartes en una sola discusión. Ante la oxidada cruz de Boyacá, nuestra Cruz valluna brilla con luz propia.
Analicemos primero el cuchillo. En casa es el maestro de asados, diseccionador de papa chonta, victimario de las cicatrices culinarias. En la calle es bandera de atracos, última defensa durante paros nacionales y herramienta mágica de boy scouts y plomeros ("plomo es lo que hay"). Quizá por ser tan versátil es que su psicología es tan traumática. Lo usan para sugerir cambios de ropa ("te quitás esa camisa o te pelamos"), para promover modistas ("¿su mamá sabe coser?") y para dinamizar la política nacional ("esta tajada es mía").
Los libros son más sencillos en términos de uso. Si bien son un océano para la imaginación y el recreo literario, también hay que decir que no son muy dados a colaborar con el oficio, la cocina o la política. Esta última se ha declarado su más acérrima enemiga. No lo hace a consciencia, pero resulta algo prepotente al exponer la ignorancia de los que se alejan de él, los que no leen ni estudian: ¡vagos!
La señorita Cruz unió a ambos símbolos y representó, en una imagen tan polémica como contundente, la síntesis de la historia de Colombia. Somos un libro que habla de cuchillos y somos un cuchillo clavado en los libros. Nada que envidiarle a Truman Capote, Bukowski o Ambrose Bierce. Tenemos nuestra propia fusión de filo y letras. Ya sea en las tijeras de Rosario, las tajadas del Congreso o las noticias del mediodía, nuestro país ha unido para siempre el libro y el cuchillo.
Con primoroso detalle, la incendiaria vallecaucana amarra los libros con una fina cintilla antes de introducir los metales. Los libros deben conservarse estrangulados -ojalá con cintilla, para que no se note- y sólo así los hierros penetrarán sin demora. El nuevo símbolo patrio está consumado.

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