Los padres que no querían ver a sus hijos

No culpo a los padres por su ferviente anhelo de ver a sus hijos recibir clases presenciales en el colegio, es decir, fuera de sus casas. Aun cuando no me ha tocado criar ninguna bendición, puedo entender que el amor a los hijos y el deseo de verlos fuera de la casa de vez en cuando no es una contradicción, es componente natural de la paternidad y derecho inalienable del mundo moderno: el derecho a la paz mental.

El dilema es colosal. La esfinge depresiva no podría haber planteado un problemas más difícil a Edipo que el que le plantea el Estado hoy a los papás. Los monstruos mitológicos saben cómo romper el coco de la gente ¿Cuántos padres han reprimido esa voz que les recuerda sus deliciosos días de plusvalía cuando no tenían que cuidar 24/7 a sus pequeñuelos?

No es fácil, lo entiendo muy bien. No sólo porque se alargó sin pago de horas extra -esta vez no fue culpa de él- el trabajo más arduo de todos (ser papá), sino por la salud de los propios infantes ¿Qué aprenderán viendo cómo un campeón de billar no es capaz de sacar a Colombia -y a Alvira- de la depresión? ¿Cómo podrá concentrarse en las 12 tareas de la mañana si lo asaltan en redes los memes de Colombia? Ya que abordamos el tema,  ¿cómo aguantará el pobre niño las transmisiones de Duque y Martuchis?

Pero la alternativa es impensable: el contagio. Sería una broma cruel del destino que un papá haya mandado a su hijo al colegio para oxigenarse un poco (ambos) y que, tres doritos después, regrese a la casa para permanecer en cuarentena por sospecha de Covid. Ni a Sófocles se le hubiese ocurrido una tragedia más cruda. Sólo faltaría que, de remate, la abuelita hipotecara la casa donde viven todos para vengarse de la cuarentena-secuestro a la que fue sometida, mientras veía que estos jóvenes de hoy en día pueden salir, armar rumbas en la calle, hacer orgías gays, quemar carros en los Yunaidesteis y hasta ir a río con Maluma.

A despecho de Alvira, de este dilema no se sale con una carambola. Amamos a nuestros niños y respetamos tanto su espacio como el nuestro, tal vez más un espacio que otro, pero respetando al fin y al cabo ¿Es seguro enviar a los estudiantes a la escuela cual juventudes hitlerianas a la guerra contra Rusia? Debe serlo. Algunos congresistas lo han dicho en videoconferencias, recostados (no hay que perder el hábito) mientras comen, duermen o se rascan los cucos: tal es la confianza de sus palabras. Incluso para el 2021, año propuesto para regresar por grupos a sus sesiones presenciales, hasta podrán contratar de nuevo los refrigerios desaparecidos.

Comentarios

  1. Si no podemos controlar los piojos al interior de las aulas menos el contagio ☺️

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