Los héroes del borondo

El 20 de julio  me parecía bastante irrisorio en general. El inicio de una presunta independencia a partir del bochinche por causa de... ¿un florero? Hasta a María la del barrio le hubiera dado pena ajena. Sin embargo, reconozco hoy, delante de todos los testigos de la patria independiente y también de Colombia, que me faltó rigor para analizar el culebrón.

Esta fecha recuerda a 3 tipos de héroes y ninguno es William Wallace montado en caballo y con la espada en alto. Son héroes a quienes difícilmente se les atribuiría tan noble apelativo, pues encarnan, como diría el comisionado Gordon, no los héroes que merecemos, sino a los que necesitamos.

Héroe tipo 1: el chivo.
Esta fecha se recuerda más por el dueño del florero que por el indignado que armó el escándalo. No hay que hacer grandes esfuerzos para acordarse del "florero de Llorente" como sí hay que hacerlos para recordar el nombre completo del ofendido (¿Antonio... qué?). Y es porque para todo cambio importante se necesita un chivo expiatorio: el estudiante que recuerde el sagrado deber de dar clase, el buen trabajador que pone en evidencia la mediocridad de otros colegas, el bebé que no puede defenderse cuando su hermano mayor le achaque la culpa de la porcelana rota... en fin.

El florero le pertenecía a Llorente y, según la historia oficial, se negó a prestarlo usando ejemplar decencia y caballerosidad. No obstante, su sacrificio era necesario. Se necesitaba una excusa para preocupar al Virrey, y él tenía un papel que no pidió, tal vez no merecía, pero que el pueblo necesitaba.

Héroe tipo 2: el conspirador.
Los debates académicos y las propuestas serias de gobierno son claramente un fracaso al intentar movilizar el alma de la sociedad. Las visualizaciones, likes y "compartir" no se producen por la argumentación, el pensamiento crítico y las evidencias, sino por el borondo: "Petro peina a Vargas Lloras", "Fajardo le recuerda a Duque el falso doctorado", "Duque baila champeta"...

Esto lo entendieron claramente los criollos de antaño. Por ende, procedieron a armar la conspiración precisa para que el sentimiento de exclusión que estaba en la atmósfera estallara de una buena vez. Esto preocuparía al gobierno y se vería obligado a escuchar a sus críticos. Toda una jugada de ajedrez civil, un Endgame criollo de piedras y madrazos.

Disfrutamos de conspiradores como el Dr. House, El Profesor y Thomas Shelby, pero en la vida real, a muchos nos aterraría estar cerca de alguien así. Lo que preocupa es la probabilidad de que sean imprescindibles para verdaderas reformas. El fuego, al parecer, se combate sólo con fuego. A nadie le preocupa escuchar la voz de la inteligencia porque ansían que un héroe villanesco le brinde grito a sus frustraciones sociales e individuales.

Héroe tipo 3: la masa.
Ni el conspirador ni el chivo son suficientes si no hay una muchedumbre que sigue el juego y sacude los cimientos de su sistema. La mayoría de veces no son movimientos racionales, pero no deja de ser curioso que las masas que madrean a los árbitros en los estadios también sean capaces de unirse a la protesta y la sociedad civil. El ruido es feo, pero sólo cuando el grito está suficientemente alto y lo comparten suficientes miles de personas es que alguien arriba recuerda que no es Dios. El 20 de julio, nuestro grito de independencia, es toda una revelación.


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