La vieja esa...

Quiero aclarar a todos los jóvenes que conozco (entiéndase, menores de 30) que no quiero atribuirles falta de luces o "un hervor", como decía mi suegro. Mucho menos, líbreme Dios, afirmar que se parecen a Iván Duque. Sólo quiero compartir lo curioso que me parece una nueva polarización sugerida esta vez, ¡vaya sorpresa!, por el mismo que funge como presidente de la nación y no por la bodega de Petro, que continúan igual su trabajo desde las sombras de Mordor, Cundinamarca. 

"La vieja esa" es toda una radiografía (aclaro que me refiero a la frase). Pues sólo hasta este momento descubrimos que la adolescencia prolongada del mandatario va más allá de la guitarra y las cabecitas. Comencemos con la última parte de la triada, la palabra "esa". Por el uso de este demostrativo, se comprende que el emisor toma distancia de la aludida. El joven príncipe habla de la "vieja esa" junto a la "vieja esta", que sería quien le estaba grabando. Sin embargo, referirse así a Martuchis puede ser erróneo y ya veremos por qué. 

La juventud suele ser asociada, de manera muy conveniente para algunos, con las ideas de emprendimiento, empuje, energía, locura, imprudencia y necedad. La mescolanza de las seis produce el comodín que ha sostenido durante años las pirámides económicas y los multiniveles tanto en la esquina del barrio como en la empresa del capitolio. En ese orden de ideas, los del otro lado serían los ancianos de cuerpo y/o de mente. 

Nadie quiere ver la vejez a los ojos ¿Para qué recordar esa etapa que amenaza todos los sueños juveniles de tocar rock, conocer a Maluma, ignorar a los padres, a los hijos, a los votantes, coquetear con las chicas, con los reyes europeos, con los bancos, con los Char... La "vieja esa" habla tanto en boca de jóvenes como de adultos mayores: la posición crítica no tiene edad. 

Quien se opone a la dulce necedad de disfrutar la vida e ignorar todo límite y ley no es más que un vejestorio, símbolo del padre que todo púber suele aborrecer. En una tierra sin papás, la persona que se ubique en ese rol comete la imperdonable blasfemia de convertirse en crítico, opositor, mamerto, neochavista. De ahí que las cicatrices de la violencia y la defensa de los derechos humanos (no alineados con la banca) hagan de la señora Avella una reliquia disonante. La democracia está pasada de moda. 

En medio de todo esto, recuerdo uno de los lamentos bíblicos más cercanos a la actualidad colombiana: "¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!". Y sí. Esta versión nefasta de juventud que manda la parada hoy día no tiene mucho futuro, aun cuando, irónicamente, siempre se diga que son los jóvenes los que tienen toda la vida por delante. Mientras los que gritan por dignidad pasen por cantaletosos y los que critican los torcidos se tomen por escombros históricos, esta sociedad será el huérfano miserable más feliz del mundo ¿No se lo dije? Pero claro, como uno es la vieja esa que habla, habla, habla...

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