El corazón del masoquista

El país es casi una esposa masoquista y es difícil en cuál de los dos casos existe más esperanza. Las víctimas suelen ser pisoteadas y nos desconcierta ver cómo continúan, a pesar de todo, con su venenosa relación ¿Qué pasa por la cabeza de un cónyuge maltratado o de un colombiano que defiende la gestión de Duque, Holmes u otro cínico profesional? Ayer mi esposa me ayudó a descubrirlo.

Anoche tuvimos noche de series en el matrimonio Rendón-Molina. Es un intercambio humanitario en el que nos demostramos lo mucho que nos queremos evidenciando lo dispuestos que estamos a sufrir con los gustos televisivos del otro. Sin embargo, en medio de uno de sus amados doramas, encontré un diálogo bastante revelador. 

Dos detectives descubrieron que un hombre estaba envenenando poco a poco a su esposa. Cambiaba sus vitaminas por pastillas que deterioraban su mente. No obstante, algunas pistas hacían pensar que la víctima sabía, de alguna manera, que su esposo le daba los fármacos equivocados. "¿Tú lo ignorarías también?", pregunta uno de los personajes. "No lo sé. Tal vez sí. Es mucho más fácil que preguntarle al amor de mi vida el porqué me quiere envenenar". Pensé en Colombia. 

Todos hemos conocido algún fan de Uribe, Santos o Duque. No sé si les pasa lo mismo, pero cada que los leo o escucho me surgen muchos sentimientos encontrados: tristeza, indignación, rabia, compasión y de vez en cuando, una carcajada. Pero todo nace de la misma pregunta: ¿qué pasa por sus cabezas? El diálogo de los personajes que referí me revela que la pregunta está errada. La cuestión que me hago ahora es: ¿qué pasa por sus corazones?

Al igual que la coreana, a Colombia la ignoran, engañan, drogan, abusan, roban, torturan, matan... Tal vez un par de estas acciones o todas al mismo tiempo desde las autoridades de turno. Algunas de estas evidencias están pixeladas y otras en full HD, sobretodo estos últimos días, donde las armas de policía y milicia se disparan solas en las calles. 

Pero ahora entiendo un poco más el asunto: es difícil reconocer que hay un problema, incluso traumático. Como la mujer maltratada, prefiere pensar que su pareja se equivocó un poco, un buen ser humano con algunas acciones aisladas, unas cuantas manzanas podridas... Enfrentar la verdad significa sentir cómo el corazón se desgarra, contemplar que aquello entendido como amor y protección, del Estado o de una pareja, resultan nunca haber existido. Cambiar la mentira del ángel que se equivoca por la verdad del demonio que destroza es una epifanía aterradora. La coreana no estaba lista para ello, Colombia tampoco. 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Duque y la ciencia ficción

QUÍTENME LA ALEGRÍA

Linda para la foto