Los trumpuribistas cristianos
Por: Eli Elijah
Hace
unos días me enteré que el presidente de USA tiene una asesora espiritual
llamada Paula White-Cain. Siendo un poco atrevidos con el idioma, podríamos
decir que el apellido en español sonaría como “Caín-Blanco”: una especie de
oxímoron cargado con interesantes asociaciones reveladoras, en gran medida, de
esa relación tóxicamente íntima entre cristianismo y política.
Cuando
Trump se enteró de la existencia del uribismo en Colombia se vio motivado a consultar
sobre el éxito de dicho movimiento. Un credo cuyas cabezas visibles oscilan
entre cuestionamientos por corrupción e infortunado uso de los medios masivos
ha sido capaz de conquistar un cuasimonopolio estatal e, incluso, poner un
presidente cuyo mérito más grande fue haber tenido el beneplácito de Álvaro
Uribe Vélez. Donald quedó fascinado.
Una
de las estrategias comunes entre el uribismo y el trumpismo es la
instrumentalización de la fe cristiana. Los estadounidenses y los colombianos,
al parecer, son bastante similares en cuanto a la facilidad con la que muchos
de ellos son encandilados por discursos políticos que mencionen a Dios.
Recuerdo que hace varios años algunos cristianos prefirieron a Juan M. Santos
sobre Antanas Mockus porque este primero había dicho “que sea lo que Dios
quiera”. Años más tarde, una población similar estaba rasgándose las vestiduras
porque ese mismo personaje se había convertido al castrochavismo y estaba ya
consumando el proyecto más diabólico y perverso de la historia colombiana: el
fin del conflicto armado con las FARC.
Por
el presidente Duque oraron alguna vez varios ministros religiosos, entre los
cuales se destacó John Milton, el mismo que tiempo después encabezaría su
propio partido político que es algo así como el ala espiritual del Centro
Democrático. “Colombia Justa Libres” es un movimiento de corte cristiano, en su
acepción más general, que apoyó el voto militar, los millonarios viáticos a los
congresistas y la caída del debate contra la gestión del Ministro de Defensa a
raíz de las masacres y abusos de la policía y milicia en el territorio nacional.
Tal
vez sean los políticos del Centro Democrático y sus varios alfiles aquellos
“ángeles de Sudamérica” que Paula Caín-Blanco afirma haber percibido volar
hacia el norte con el objetivo de rescatar a Trump de las garras demoniacas que
le pretenden quitar la predestinada reelección. Olvidó, por supuesto, que si
“Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido” (Mt. 12:26). Los
malos entendidos pueden evitarse dando más claridad a estas crípticas
invocaciones, pues en la tierra del tío Sam y la república de Macondo hay que
ser muy específicos para identificar algo entre la biodiversidad de las
tinieblas.
Volviendo
a Mt. 12, el fenómeno del cristianismo trumpuribista resulta autodestructivo.
Aclamar la predestinación de un movimiento político para la redención de un
país raya en la idolatría, pecado ampliamente condenado en las Sagradas
Escrituras. En la base de esta intimidad entre política y religión se cuecen
temores que no resisten el menor análisis y que, en cambio, esconden hondos
prejuicios que han logrado camuflarse como defensa de valores cristianos: el
odio visceral a los lgbt, el poco o nulo conocimiento sobre oposición política,
la lectura conveniente de la biblia, entre otros.
“No
todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos” dijo
alguna vez el Maestro de Galilea. En la escena bíblica que aquí se describe
(Mt.7:21), parece que hay muchas personas que ostentaban un resonante historial,
amén de echar demonios y hacer milagros. Tal vez se colaron algunos que vieron
ángeles viajar de sur a norte y reprendieron diablitos de izquierda. Sin
embargo, Jesús no les reconoce como discípulos, cosa muy entendible si
recordamos que es éste quien mandó amar al prójimo, ayudar al necesitado,
guardarse de la hipocresía y, muy importante, dar al César lo que es del César.
El cristianismo puede perder su esencia, por ejemplo, al convertirse en
plataforma política para el regente de turno; allí no queda más que respaldar
las palabras del Nazareno cuando culmina el pasaje diciendo: “Apartaos de mí,
hacedores de maldad”.
P.d. Efectivamente, los medios masivos de USA, alineados
contra Trump, son tan cuestionables como la gestión de Biden si resulta electo.
Por otra parte, ciertamente hay seguidores de Jesús capaces de ejercer sus
derechos políticos con pleno uso de su libre albedrío, demostrando que ser
cristiano crítico no es una contradicción sino una relación de causa-efecto: todos
mis respetos hacia ellos.
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