Mal de muchos...



"...consuelo de tontos", reza el adagio popular. Aunque en ocasiones ver que otros sobrevivieron una experiencia igual o peor que la nuestra nos puede llegar a inspirar, no es muy sabio consolar a una madre que perdió a su hijo, por ejemplo, diciéndole que otra mujer perdió también a sus nietos.

Abusar de los casos de resiliencia, lejos de inspirar estoicismo o fuerza vital en nosotros, suele ser contraproducente: Fulano se resignará a su lavadora vieja porque en La India lavan en un río, Mengano se quedará con su moto asmática porque en Santander los niños van a pie a estudiar, Polombia votará por la política de siempre porque hay miseria en Venezuela.

El hermano país se ha convertido en el "Coco" de América. Gobiernos fatídicos de norte a sur se prenden de ese cabello grasoso cuando ven tambalear su popularidad. Durante sus últimos días en el poder, Trump acudió al comodín del "castrochavism" que, con todo y la magia particular de la fonética gringa, seguía sonando ridículo.

Colombia, por su parte, actualizó el término dos veces: la primera, pasando del castrochavismo al neochavismo, en un intento irrisorio por pasar de un prefijo que sonaba lejano a otro que pretendía alertar de algo vigente y actual; la segunda, en boca de un olvidable personaje, se erigió como "petromadurismo", término leal a la tradición del absurdo, pero que sacaba pecho mostrando el rostro inmediato del enemigo común.

Uno de mis estudiantes más destacado tiene una costumbre algo triste: cada que sus compañeros se burlan de alguna salida de Duque, él recuerda (a manera de consuelo) alguna de la larga lista de idioteces dichas por el dictador venezolano. Todos callan en clase.

Es triste que nuestra aspiración como país no sea honrar la vida, la transparencia, el buen liderazgo social y la construcción de nación sino, simplemente, "el no convertirnos en Venezuela". Aguantar la rancia, perversa y bufonesca política en Colombia solo porque las cosas pueden ser peor es altamente tóxico.

Cada 4 años regresa la droga. Han pasado largos meses de masacres, corrupción, descaro, incompetencia y demás, pero cuando llegan las elecciones, llega también una masiva dosis de consuelo estúpido: "puede ser peor, podríamos ser Venezuela". Polombia vuelve a drogarse.

El consuelo de tontos, llevado al extremo, se convierte en una invitación al envilecimiento y la mediocridad. Ser cómplice de lo nefasto por la paranoia de no convertirse en algo peor es un descenso continuo a los círculos del averno. La ruina no tiene límite: si somos Colombia, podríamos ser Venezuela; si somos como Venezuela, podríamos ser Norcorea; cuando nos volvamos Norcorea, todavía puede ser peor: podríamos ser la Europa de la Peste Negra... y la lista de los infiernos continúa para hacer más deseable el infierno presente. No hay esperanza ni dignidad cuando todas las posibilidades están hacia abajo.

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